La política en México, como en muchos otros países, ha sido testigo de una serie de estrategias que operan en los márgenes de la verdad y la manipulación de la opinión pública. Una de las tácticas más sofisticadas y, al mismo tiempo, más utilizadas es la estrategia de desinformación controlada, también conocida como "ensayo controlado" o "filtración estratégica".
Este enfoque es parte fundamental del juego político, donde el oficialismo, en ocasiones, permite que se filtren ciertos rumores o se especule sobre posibles decisiones o figuras, con el fin de medir las reacciones de la ciudadanía y, a partir de ellas, ajustar su estrategia. Un claro ejemplo de este tipo de maniobra se ha visto recientemente con la posible llegada de Luis Videgaray como asesor del (TLCAN), o la designación de Octavio Romero Oropeza al frente del Infonavit.
La filtración estratégica no es algo nuevo en la política. Se trata de un método de gestión de rumores cuidadosamente orquestado que permite a los actores políticos poner a prueba el terreno antes de tomar decisiones definitivas.
Al permitir que la información se filtre de manera parcial o sesgada, los actores políticos pueden observar cómo responde la opinión pública, qué grupos se alinean a favor o en contra, y ajustar sus propuestas en consecuencia. Es una especie de sondeo social sin necesidad de encuestas formales, que permite medir el clima político sin comprometerse a una acción definitiva.
Un caso reciente que ilustra esta técnica fue el rumor sobre la posible llegada de Luis Videgaray como asesor del TLCAN. Videgaray, quien fue uno de los arquitectos de la política económica del sexenio de Enrique Peña Nieto y quien tiene una figura controversial, nunca fue confirmado oficialmente como parte del círculo cercano de la actual administración, pero el simple hecho de que su nombre se filtrara causó una reacción inmediata tanto de apoyo como de rechazo.
Las críticas de quienes lo consideraban parte del "viejo régimen" y, por lo tanto, incompatible con el discurso de la Cuarta Transformación (4T), llevaron al gobierno a matizar y corregir esa supuesta incorporación, evitando la fuerte polarización que generaría tal decisión.
Este tipo de filtración controlada permitió a la administración de López Obrador evaluar el impacto que tendría la entrada de una figura de tal calado, sin asumir riesgos definitivos hasta ver si realmente había un consenso público que respaldara tal movimiento.
Al final, no solo se evitó una crisis, sino que también se alineó la narrativa oficial a las expectativas de una gestión "limpia" y auténtica, a pesar de que las estructuras de poder siguen intactas.
Recientemente, el nombre de Octavio Romero Oropeza ha sido nuevamente protagonista de esta misma estrategia. Tras haber sido señalado por la oposición por su manejo de Pemex y la crisis de la petrolera, la noticia como Responsable de Infonavit generó un sinfín de especulaciones.
En este caso, los rumores comenzaron a circular con rapidez: ¿será una estrategia para posicionar a Romero en un sector más institucional, alejado de las luchas por la reforma energética? ¿O es simplemente un movimiento para consolidar su poder dentro del sistema sin generar más controversias?
Al igual que con Videgaray, la especulación sobre Romero Oropeza permite al gobierno medir el clima social y las posibles reacciones ante este tipo de designaciones.
Esta estrategia no solo tiene como objetivo observar el ambiente, sino también generar una narrativa flexible que pueda adaptarse conforme se intensifiquen las críticas o los apoyos. Si la situación se torna demasiado adversa, el gobierno puede optar por frenar la designación, como ocurrió con el caso de Videgaray, y presentarse como una administración que escucha a la ciudadanía.
Otro escenario que ha revelado la estrategia de ensayo controlado es la confrontación interna dentro de Morena, especialmente entre Adán Augusto López y Ricardo Monreal. Si bien el enfrentamiento entre ambos se presenta como un pleito de egos o un choque por el control del poder, lo cierto es que esta rivalidad no es más que un espectáculo orquestado. Al permitir que se intensifiquen las tensiones, se consigue no solo dar visibilidad a los actores involucrados, sino también posicionar a cada uno como piezas claves en el juego político.
Este tipo de confrontaciones, como otras previas, son necesarias para mantener la ilusión de diversidad dentro del partido, mientras el verdadero poder sigue siendo monopolizado por unos pocos actores.
Es cierto que el conflicto entre Adán Augusto y Monreal podría resultar perjudicial para ambos, al alimentar una percepción de disfuncionalidad dentro de la 4T. Pero lo más interesante de todo esto es que, a pesar de las críticas, las luchas internas o los desacuerdos públicos, quienes pierden realmente son los propios actores.
Sin embargo, detrás de esta cortina de humo, lo que existe es una profunda estrategia de control político, donde las aparentes disputas solo sirven para ocultar un pacto de fondo que sigue favoreciendo a los mismos actores del poder.
La estrategia de desinformación controlada, también conocida como filtración estratégica, no es una práctica nueva, pero sí es fundamental para entender cómo los actores políticos en México operan dentro de un sistema donde las decisiones y las narrativas no siempre son tan lineales como parecen. A través de la gestión de rumores y de especulaciones, los políticos pueden medir el impacto social de ciertas decisiones antes de comprometerse, ajustando sus planes según la reacción del público.
El caso de Videgaray, Romero Oropeza y la disputa interna entre Monreal y Adán Augusto son solo ejemplos de una estrategia mucho más profunda, donde los intereses políticos y la manipulación de la opinión pública son las fuerzas que verdaderamente mueven los hilos del poder.
En este escenario, es crucial que los ciudadanos no solo se queden con lo que ven en las noticias, sino que cuestionen las intenciones detrás de los movimientos políticos y las maniobras discursivas.
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