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"El Adiós de AMLO: y su Último Acto en el Zócalo"


Mientras la maquinaria política de Morena avanza sin frenos, con su mayoría calificada y su destreza para manipular escaños como si fueran fichas de dominó, así, también, con la majestuosidad de un emperador despidiéndose de su corte, López Obrador pronunció su último discurso en el Zócalo.

Un discurso que, lejos de ser un puente hacia la reconciliación, se convirtió en un monumento a la división.

Los fanáticos, esos que le han elevado casi al nivel de deidad, lo llamaron “mitómano” en redes sociales, y no sin razón.

Con la misma seguridad con la que antaño prometió “abrazos, no balazos,” ahora asegura que México está en la cúspide del bienestar y que nuestro sistema de salud es el mejor del mundo.

La pregunta es ¿De qué mundo estará hablando?, Quizás de uno que solo existe en su imaginación, donde las desapariciones son un mito, y los problemas de seguridad una simple ilusión.


Mientras tanto, a pocos metros del templete, familiares de personas desaparecidas, una herida abierta en el tejido social de México, permanecían en plantón, ignorados, como si sus gritos de auxilio fueran meros murmullos en la grandilocuencia del informe presidencial.


Porque, claro, en el México de AMLO no hay represión, no hay tortura, y mucho menos un narco-Estado.

Solo faltaba que nos dijera que el sol sale por el oeste y que las manzanas ahora crecen en los cactus.


Pero el verdadero legado de López Obrador no está en las cifras que él manipula a su antojo, ni en los logros que repite como mantra.

Su herencia se encuentra en el profundo abismo que ha cavado entre los mexicanos.


Esa polarización que tanto le sirvió para mantenerse en el poder, es la misma que ahora deja como regalo envenenado para Claudia Sheinbaum.


Porque sí, la primera presidenta de la República tiene un camino de brasas por delante, un sendero que, aunque pavimentado por su mentor, está lleno de las trampas que él mismo sembró.


Mientras tanto, los “vasallos” de Morena no pierden tiempo en cumplir con su papel.


Si en el México de antes que se compraban votos, ahora se compran conciencias.

Y si no te alineas, tranquilo, para eso están los juicios políticos y las denuncias penales, como bien aprendieron los jueces que osaron desafiar la reforma al Poder Judicial.

Porque en la Cuarta Transformación, la ley es un chiste, y la democracia, un juego de cartas donde las reglas cambian según la mano que tenga Morena.


Así que, queridos mexicanos, ahí lo tienen. La historia se repite, pero con actores diferentes y un guion que, aunque parece nuevo, es más de lo mismo.

López Obrador se va, pero deja tras de sí una nación fragmentada, y una sucesora que, aunque prometedora, tendrá que bailar al son que él dejó tocando.


Porque si algo nos ha enseñado este sexenio es que, en política, la verdadera magia está en convencer a los demás de que tus mentiras son verdades. Y en eso, AMLO fue, es, y será el mejor.


 


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