El reciente fallo del tribunal federal de circuito con sede en Jalapa, Veracruz, que confirmó la pérdida del registro de los partidos MÁS (Más Apoyo Social) y PRD (Partido de la Revolución Democrática) en Quintana Roo, pone sobre la mesa varios temas que merecen reflexión.
Este resultado, aunque esperado, refleja la fragilidad de algunas propuestas políticas que, en lugar de consolidarse como opciones reales para la ciudadanía, terminan disolviéndose en un sistema de partidos saturado y desconectado de las necesidades sociales.
Resulta llamativo que un empresario exitoso como José Antonio Monroy haya apostado por llevar este caso fuera del estado, aun cuando las posibilidades de revertir la pérdida del registro eran mínimas.
Este movimiento, aunque quizás bien intencionado, evidencia la falta de un asesoramiento político adecuado. La pregunta aquí no es solo cuánto costó este recurso, sino también qué valor se obtuvo de él. ¿Fue un intento genuino por salvar un proyecto o una decisión influenciada por intereses mal calculados?
La pérdida del registro de MÁS y PRD también se suma a un patrón ya observado con partidos como Fuerza por México, PES y Redes Sociales Progresistas, que en su momento costaron cerca de 1,000 millones de pesos al país.
Estas experiencias refuerzan la percepción de que los partidos emergentes no han cumplido con su promesa de ofrecer alternativas reales para la participación ciudadana, sino que han servido más para beneficios económicos de corto plazo.
Esto nos lleva a una reflexión crucial: el desgaste de los partidos no solo es responsabilidad de sus dirigentes, sino también de una ciudadanía apática que ha permitido que el sistema de partidos se deteriore sin exigir rendición de cuentas ni mejores propuestas.
Frente a este panorama, es imprescindible construir partidos locales que vayan más allá de ser vehículos electorales momentáneos. Partidos con una ideología clara, formación política constante y estructuras organizativas sólidas pueden marcar la diferencia.
Estos partidos deben asumir un papel de coadyuvancia con el gobierno en turno, fomentando un ambiente de respeto y coordinación para la solución de los problemas colectivos. Asimismo, es necesario garantizar la transparencia en el manejo de recursos públicos, evitando casos de opacidad que han dañado gravemente la credibilidad de los partidos tradicionales y emergentes por igual.
La ausencia de partidos fuertes también debilita los contrapesos en la esfera política.
Una hegemonía sin ideología ni oposición real representa un riesgo para cualquier democracia.
La ciudadanía debe reconocer la importancia de involucrarse activamente en los procesos electorales y exigir a los partidos emergentes y tradicionales mayor compromiso con sus principios fundacionales y con las necesidades de la sociedad.
La pérdida del registro del MÁS y PRD debe ser una llamada de atención para todos: dirigentes, ciudadanos y actores políticos.
Es un recordatorio de que el sistema de partidos necesita una transformación profunda y que esta solo será posible si existe una combinación de partidos bien estructurados y una ciudadanía consciente y participativa. La tarea no es sencilla, pero es urgente y necesaria para fortalecer nuestra democracia y construir un futuro con mayor equilibrio y transparencia.
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