En el escenario político mexicano, donde la realidad supera a la ficción, la presidenta Claudia Sheinbaum sigue perfeccionando la narrativa de enemigos imaginarios al mismo estilo de su maestro.
Ahora, en su reciente anuncio desde Jantetelco, Morelos, ha lanzado una advertencia al Poder Judicial, como si se tratara de otro obstáculo a vencer en su épica travesía por el segundo piso del poder absoluto.
Su plan, envuelto en la envolvente bandera de la "democratización del Poder Judicial",
Pero resulta que en los estados de la república, los gobernadores parecen haber recibido otro libreto.
A través de los viejos métodos de siempre —compadrazgo, amiguismo, nepotismo y demás "costumbres" de la política mexicana—ya comienzan a imponer a sus recomendados, esos que prometen ser fieles vasallos al proyecto de poder total.
¿ y el voto popular?
Lo urgente, por supuesto, no es atender las causas prioritarias, sino consolidar ese control absoluto que tanto anhelan.
Pero, ¿qué importa? El pueblo puede esperar otros 80 años, total, la paciencia es una virtud, ¿no?
Mientras tanto, la clase trabajadora y los ciudadanos de a pie siguen pidiendo a gritos una reforma que realmente les beneficie, como la Reforma Laboral.
En un país como México, donde cada trabajador dedica 2 mil 226 horas anuales a su empleo, parece que tienen otras prioridades.
Ah, pero no te preocupes, Morena como gobierno dice que respalda esta reforma... pero—y siempre hay un “pero” en la política mexicana— pues resulta y resalta__ que nos remontamos a la última perla, el diputado federal Ricardo Monreal, dijo que fue desechada la propuesta de la jornada laboral de 40 horas.
Su argumento: "Primero hay que dialogar con los empresarios". Pero, claro, en esta tragicomedia política mexicana, los políticos piden permiso a sus amos que designo su espacio,
Si los empresarios, para ver si nos hacen el favor de aprobar algo que beneficie a los trabajadores. ¡No vaya a ser que se incomoden!
hay que recordar que en México las elecciones se ganan con votos comprados.
Así que, mientras Sheinbaum y compañía sueñan con un poder absoluto, los trabajadores tienen que esperar a los jefes para que autoricen el permiso y así reducir su jornada laboral.
Y mientras tanto, el pueblo bueno y sabio, fiel a su papel, sigue aplaudiendo estas maniobras de conveniencia, porque en esta tragicomedia, la felicidad está garantizada...
siempre y cuando el poder absoluto sea entregado sin cuestionamientos, y los intereses de la clase trabajadora y los mas necesitados queden en el olvido, como ya es costumbre.
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